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Medios de miedo

Bajo la ley de los multi-miedos

Daniel G. Gutman *

La década de los 90 marcó un cambio definitivo en la historia de los medios de comunicación masiva. Empresas de diarios, radio y televisión como portadores de noticias fueron absorbidas por conglomerados gigantes o multimedios que les dieron un nuevo soporte económico pero al mismo tiempo debilitaron su función natural.

Pasaron a ser parte del inventario de estudios contables multinacionales que echaron mano al periodismo como producto de entretenimiento o como un activo interesante para su reventa a otros grupos del mismo tenor.

En medio de las conveniencias financieras, siempre atendibles y legítimas, rodaron las cabezas de miles de periodistas asalariados, globalizados en un abrir y cerrar de ojos, sin empleo o precarizados. La unión AOL-Time Warner suena emblemática en el nuevo contexto mundial dominado por una decena de megaemprendimientos a los que se sumaron empresas de menor tamaño en todo el mundo.

Podría decirse que la conducta multimediática se repite en cualquier país del planeta, en una réplica de procedimientos y estrategias que reproducen los mismos efectos a escala local.

Hay una conducta multimediática que trasciende la mera relación de tamaño, y con el favor de las condiciones e ideas imperantes en la economía mundial aún la pequeña y mediana empresa periodística reproduce las acciones de los grandes emporios. Hacia afuera le ofrece al cliente (antes ciudadano) un surtido excepcional de productos y hacia adentro impone controvertidas condiciones laborales a los operarios de cuello azul (antes periodistas).    

Para Ignacio Ramonet la información finalmente fue devorada por el mercado y es apenas un ingrediente en el pastel de la comunicación. Ahora se mezclan las noticias con la publicidad, telenovelas, cine, espectáculos deportivos, marketing, música, juegos en red y toda la gama de alternativas de la información y el entretenimiento pero servidas en un único plato informe1.   

Hasta los diarios, que dieron mayor cabida a las noticias “racionales” por encima de las “emocionales” provocaron un giro hacia el estilo televisivo, mucho más propicio para la venta masiva. Y no sólo incorporaron el color, un elemento valioso para la gráfica, sino que además se inclinaron al amarillismo –o por lo menos al sensacionalismo- y al ornamento farandulesco de la información. Con la farandulización gana el espectáculo y pierden la política y la vida pública2.

El edificio del periodismo libre, el guardián de la democracia se tambalea y los grupos mediáticos van por más. No sólo pierden el interés por la denuncia o el derecho de los ciudadanos sino que su objetivo es mantener y en lo posible engordar sus estructuras. Así pasan a ser grandes jugadores en la lucha por el poder y su voracidad los lleva a reclamar la derogación de cláusulas o leyes que impiden el ensanche monopólico3.      

Dentro de este esquema la información estaría jugando del bando contrario al interés público. La tortilla se habría dado vuelta a favor del hombre de negocios y dejado a pie al ciudadano común que de ahora en más deberá optar por alguno de los productos de mediana o baja calidad que se le ofrecen. La información sobreabunda “envenenada por todo tipo de mentiras, rumores, deformaciones, distorsiones, manipulaciones4.”

Un ciudadano desarmado deberá enfrentar al nuevo superpoder con armas novedosas. Ramonet propuso crear el Observatorio Internacional de Medios de Comunicación en el Foro Social en Porto Alegre, Brasil (2003) para contrarrestar el poderío de los industriales de la comunicación. El director de Le Monde Diplomátique llamaba a combatir el mercantilismo informativo y su ideología, el neoliberalismo mundializado, para devolver la información a sus auténticos propietarios, los ciudadanos.    

El Observatorio debería reunir a periodistas en actividad o retirados, profesionales o no, de cualquier medio de comunicación, a investigadores y universitarios de todas las disciplinas, en especial de la comunicación y ciudadanos comunes, y personalidades de reconocidas cualidades morales.

Este organismo rector, en el que la Universidad tendría un rol protagónico “porque es uno de los pocos lugares parcialmente protegidos contra las ambiciones totalitarias del mercado”, alcanzaría una legitimidad de la que carecen los sistemas de regulación de los medios o las organizaciones de periodistas, dependientes o vinculados a los intereses corporativos.

El tributo de los gigantes

Con el ojo puesto en el funcionamiento de la economía, un investigador norteamericano desmenuzó distintos análisis sobre concentración mediática y concluye que la única manera de modificar la estructura actual es aplicar nuevos impuestos dentro del mercado de las comunicaciones5.

Si se considera tan importante la existencia de medios independientes para la vida republicana, no puede dejarse librado al mercado esa responsabilidad ya que los conglomerados mediáticos tienen intereses en un abanico muy diversificado de rubros comerciales y financieros y lo peor es que no dejan de “tragar”.

Basta un solo dato para ejemplificar el afán troglodita de los multimedios: en 1983, el mercado norteamericano de medios estaba dominado por una cincuentena de compañías mientras que hacia fines de 2000 el dominio lo ejercían apenas seis compañías6.

La concentración produce un achatamiento informativo, la democracia pierde calidad, los ciudadanos se desentienden de la agenda política, los medios no se interesan por reflejar la pluralidad de los puntos de vista y hay un discurso hegemónico que favorece a los conglomerados y las políticas que los sostienen.

Una política de ingresos que redistribuya los recursos impediría que los multigigantes continúen ganando espacio y acumulando billonarias ganancias.

Una vez asegurados los recursos públicos habrá igualdad de oportunidades para aquellos que quieran participar en los medios de comunicación y hoy no pueden hacerlo. Así la sociedad se vería recompensada por la presencia de un periodismo acorde al ideal de la libertad de prensa, expresado en la primera enmienda de la constitución norteamericana. Es decir, se privilegiaría la libertad de prensa por encima de la libertad de empresa ya que nadie puede publicar libremente sus ideas si carece de los recursos mínimos para ello; una obviedad que los defensores a ultranza de la libertad de expresión parecerían no querer comprender.    

Hacia adentro las redacciones también sufren el impacto con la reducción de los planteles de periodistas y el cierre de periódicos y pequeños y medianos emprendimientos periodísticos. En los Estados Unidos, los diarios suprimieron 2.200 puestos de trabajo desde 1990 hasta 2004 en tanto los servicios informativos de las cadenas más importantes redujeron sus planteles en un tercio respecto de 19857.

A modo de ilustración el semanario Newsweek ofrece un ejemplo catástrofe: la mitad de su personal fue despedido a lo largo de los últimos 20 años. Si faltasen datos que relacionen la hiperconcentración y el desempleo pueden observarse los números de la radio, el sector que posee la mayor concentración de medios por estos días.

Clear Channel Communications, de San Antonio, Texas, tenía cerca de 40 emisoras en 1990; hoy reúne alrededor de 1.270 estaciones de radio en los Estados Unidos y unas 240 en el exterior. ¿Cuántos periodistas necesita este atlas radiofónico?: un 56% menos que en 1990.

La mengua de profesionales determina menor o ningún control de calidad informativa, no se acude a fuentes variadas y la contextualización es casi inexistente. Para llenar el vacío y utilizar los recursos humanos los medios invierten en la distribución y presentación de noticias, con altas remuneraciones a conductores o presentadores en detrimento del periodista general.

Un periodismo de rostros marketineros precisa de contenidos livianos y de fácil acceso como pueden ser las noticias del mundo del espectáculo o los policiales o en todo caso farandulizar los hechos políticos o económicos.            

El desinterés de los colosos mediáticos por aspectos esenciales del periodismo perjudica sobremanera a los diarios. La correlación entre personal y circulación se hace cada vez más evidente aunque no puedan darse números exactos.

La relación más difundida es de 1 periodista cada 1000 ejemplares, en términos de circulación. A menor cantidad de profesionales menor calidad periodística y caída en la ventas de ejemplares –aunque no significa caída en la venta de publicidad-, un círculo defectuoso para cualquier biblioteca de periodismo que no pareciera figurar en la mente de los propietarios de medios tan proclives a introducir el bisturí en la yugular de la tarea informativa, los periodistas.

Por suerte algunos diarios mantienen las viejas fórmulas, no por una adhesión tradicionalista sino a partir de investigaciones e índices que permiten medir la relación entre ganancias y calidad periodística. Un relevamiento sobre 400 diarios a cargo de la Universidad de Carolina del Norte (EE.UU.), entre los años 1995 y 2000, demostró que los más exitosos en mantener la circulación fueron los diarios que conservaron la relación de periodistas por encima de la medida convencional de 1 cada 1000 ejemplares.

En cuanto a los que perdieron circulación, no se sabe a ciencia cierta si primero perdieron circulación y después redujeron personal. Pero sí se confirmó que aquellos diarios que redujeron en mayor medida el personal fueron los que más circulación perdieron8.

Según el filósofo argentino Mario Bunge, devenido profesor universitario en Canadá, el problema es parte de uno mayor como es la concentración de bienes en pocas manos; muy pocos disponen de un gran poder y la única forma de remediarlo es distribuir el poder. Esa distribución debe alcanzar todos los aspectos, entre ellos los medios de comunicación9

Bunge, frente al auge concentrador de los medios de comunicación, da la voz de alarma: “hay que trabajar por una legislación contra el monopolio informativo, esto es un peligro muy grande para la democracia porque implica alimentar a la gente con información unilateral, ocultándole la verdad, distrayéndola para mostrarle aspectos poco importantes de lo que en verdad sucede en el mundo”.

En la Argentina –mientras sigue vigente la “ley Videla” de radiodifusión- las condiciones para la concentración siguen siendo óptimas.

Por ahora no hay límites porcentuales o de participación accionaria ni se restringe la adquisición cruzada, o sea un medio audiovisual puede comprar uno gráfico y viceversa sin condicionamientos10.

Tamaña amplitud de criterio se alcanzó en los años 90, bajo la presidencia de Menem, mediante la modificación de los art. 45 y 46 de la ley de radiodifusión (ley 22.285) que contienen una serie de limitaciones, como las que existen en otros países.

En aquel momento se consideraba la ley como un impedimento insalvable a las inversiones de capital argentino y extranjero que prometían el ingreso al paraíso primermundista por la puerta de las comunicaciones. Más competencia, más empresas, más empleo...

La historia fue bien distinta. La recesión puso al descubierto el débil esqueleto sobre el cual se construyeron tantos castillos de arena. Y en su caída las grandes empresas periodísticas arrastraron a las más chicas, que sumado a las fusiones y adquisiciones anteriores conformaron la desolación actual.

Entre 1998 y 2002 el número de empresas de medios descendió de 291 a 265, con una reducción más significativa en las de gran tamaño (de 17 a 7) que son las que absorben mayor cantidad de empleados. Dentro del mismo período 1 de cada 3 periodistas perdieron su empleo o la estabilidad laboral11.

Las condiciones laborales de los periodistas, a pesar de la existencia del temible Estatuto Profesional (temible para el empresario de medios), se degradaron como las del resto de las profesiones en la economía argentina.

Se crearon formas legales o pseudolegales para encubrir la degradación laboral como son las pasantías a perpetuidad, con renovaciones por períodos breves, colaboraciones mal remuneradas por afuera de las normas o directamente impagas,  trabajo gratuito, en especial en producciones de radio y televisión luego de transcurridos un año o más, tercerización de redacciones, con colaboradores satélite que ante la primer restricción publicitaria pierden su espacio laboral, salarios en baja, despidos masivos invocando situaciones de crisis para eludir la acción del Estatuto, bloqueo de la actividad sindical dentro de las redacciones y otras tantas variantes de la extorsión laboral típicas de la época coparon el mercado de trabajo.

Hacia 2000, según datos del Ministerio de Trabajo, la precarización laboral se aproximaba al 40%, es decir dentro de los parámetros que afectan hoy, 2004, al empleo nacional.

El enemigo duerme adentro

Bajo estas condiciones laborales habría que analizar hasta qué punto se garantiza la libertad de expresión o el derecho a la información, dónde queda la ecuanimidad o la pluralidad democrática en materia informativa si la tendencia no se revierte.

Cómo puede la sociedad exigir calidad informativa con periodistas atemorizados. Una redacción atemorizada es una representación circense de periodismo; el periodista no puede estar cuidando el pellejo cada día, atender cada gesto del jefe de turno, lidiar con la conveniencia editorial, satisfacer jornadas excesivas de trabajo y además hacer buen periodismo.   

El periodista argentino pudo enfrentar la censura, soportó el asedio de funcionarios militares, vio como fueron asesinados muchos colegas pero no pudo con el enemigo interno, con las prácticas aberrantes dentro de su espacio de trabajo. Basta dar un vistazo a las redacciones de hoy, los rostros lo dicen todo. Quedó muy lejos la expresión de algún académico que explicaba la raíz satisfactoria del trabajo periodístico.

Sin pretender ejecutar una melodía melancólica ni desconociendo la complicidad de muchos colegas no se puede esconder la bronca y la resignación y eso significa un periodismo pobre, mucho más pobre que los pobres periodistas.  

Creciente malestar e incertidumbre predominan en un relevamiento realizado entre 2002 y 2003 por Raquel San Martín, redactora del diario La Nación y docente.

Luego de reunir a varios grupos de discusión, integrados por redactores de diarios nacionales con dos años o más de experiencia y en situación de empleo efectivo, encontró que sus previsiones acerca del estado de ánimo de sus colegas fueron ampliamente superadas.

Una auténtica paradoja que revela como el miedo y las condiciones anómalas de trabajo conspiran contra la función esencial del periodista. El encargado de averiguar qué pasa no es capaz de saber qué está pasando en su entorno de pertenencia. La falta de comunicación entre compañeros de trabajo lleva a esconder el problema dentro de la intimidad de cada uno hasta convertirse casi en una cuestión psíquica individual. Aislamiento fatal. Y este fue uno de los hallazgos más interesantes del trabajo de San Martín: la incapacidad del periodista para articular una salida conjunta, un cambio solidario. No sólo por temor, también aparece la ausencia de autocrítica, como si los medios o sus propietarios fueran los únicos responsables.

Ninguno se hace cargo del autismo profesional (otra severa deformación del periodista de hoy que se aísla en su silla, su computadora, su nota, sus fuentes, y otros tantos su o sus o sustos), la falta de rigor en el chequeo de fuentes, la búsqueda del impacto antes que la información, el uso casi excluyente de fuentes oficiales o recomendables, etc.

Fatalismo y temor. Los encuestados sintieron gran alivio al participar de los grupos de discusión y pudieron expresarse en voz alta, pero una vez concluido el relevamiento insistieron en que se mantenga el absoluto anonimato, que había sido la condición ineludible para prestarse al estudio de la periodista.

Entre las incomodidades más insidiosas los redactores son unánimes en cuanto a la precarización que empobrece el trabajo, redactores polifuncionales, sobreabundancia de becarios en las redacciones, escasa formación de quienes toman las decisiones (jefes) y un sentimiento de impotencia por saberse prescindibles y manipulables.

“Somos el último eslabón”, “fabricamos salchichas”, “el trabajo es rutinario, no hay sorpresa ni adrenalina”, “esto es producción industrial en serie, somos parte de una maquinaria”, son algunos de las expresiones de los periodistas.

La sesión, como si se tratara de una terapia grupal, transitó hacia las escabrosas relaciones con los jefes: “si tenés iniciativa o no es lo mismo, la falta de motivación es completa” y “vivimos simulacros de fusilamiento: hace poco me llamaron para decirme que había ganado una beca y pensé que era para echarme (un periodista gráfico muy reconocido)”          

La falacia de la línea editorial es otra de las quejas comunes a los paneles de discusión. Los periodistas no cuestionan la opción ideológica del diario sino el uso eufemístico que hacen las empresas de medios. Compromisos políticos y económicos, que vulneran principios genuinos de la profesión, se convierten en armas invisibles de control. El periodista debe acatar una serie de directivas, tácitas o manifiestas, tan cuestionables como lo que se puede o no decir, los temas que se pueden o no tocar, las personas que se pueden o no criticar, las fuentes que pueden o no citarse, focalizarse en notas que venden y otras normas controvertidas que se van aprendiendo en el discurrir cotidiano.

De este modo se va ensanchando el divorcio entre periodistas y directores, con diferencias crecientes de objetivos y aspiraciones que se detectan en la falta de identificación del personal con la empresa. Se trabaja para sobrevivir, la mística del oficio quedó en el recuerdo.   

No concuerdan los consultados cuando se intenta definir la función del periodista, si debe interpretar, opinar, exponer los hechos, y muchos de ellos caen en contradicciones. Tampoco tienen claro el sentido social del discurso periodístico. En general dicen dirigirse a un lector difuso sin reparar en demasía en la información como bien público.

Instrumento de cambio

En línea con esta mirada crítica, Enrique Martín, ex secretario de redacción de la agencia noticiosa DyN (Diarios y Noticias) golpea sin contemplaciones sobre el estado actual del periodismo deportivo: “Pasa por el peor momento de su historia, hay falta de imaginación y talento porque los jóvenes no leen, crecieron mirando televisión, hay deficiencias para escribir y no saben interpretar los textos. A mí no me echaron del periodismo...soy un renunciante. Me harté porque el periodismo limita a un tipo que quiere escribir. Tomar lo que dice un jefe semianalfabeto es cosa de locos. No existe la repregunta, ya sea por ignorancia o complicidad12.”

Con la misma contundencia, otro periodista deportivo, Víctor Hugo Morales (Radio Continental), casi solitario por su prédica y estilo, considera que los años 90 potenciaron las patologías del gremio hasta el paroxismo. Diarios deportivos, radios de fútbol las 24 horas, auge del amarillismo, el rumor, el chisme y el escándalo junto con la persecusión de los periodistas antimonopólicos (los que no trabajan para Torneos y Competencias del grupo Clarín) y el uso indiscriminado de pasantes dieron por tierra con la ética y el papel fiscalizador que tenían los periodistas. “Ser periodista es menos que ser nada si la profesión no sirve para mejorar a la gente. Elevar las estructuras del pensamiento, la riqueza de ideas, la sensibilidad, el nivel cultural, ésa es su misión.”, define Víctor Hugo Morales13.

Con mayor optimismo, el periodista Reinaldo Sietecase (Revista 23), cree que hay espacios de libertad individual en los cuales los profesionales todavía tienen margen de maniobra. “Si tenés información, la chequeás, ¿es cierta?, entonces la publicás. Ésa es la dinámica, y en lo posible tratar de que el empresario no incida en la línea periodística. Esto parece ingenuo pero es una pelea a dar. No digo que siempre la ganás pero hay que tratar que la agenda periodística surja de los periodistas. A la larga es lo mejor que le puede pasar a los empresarios.”, argumenta Sietecase que de todos modos no deja de reconocer las tensiones existentes. “Otra cosa son las diferencias que uno tiene con el medio en el que trabaja –continúa el ex redactor del diario Página 12- uno tiene que lograr que su material se publique, no escribir cosas que no escribiría, ser fiel a la verdad y, en todo caso, cuando se la quieren violar queda la posibilidad de irse. No me gusta la obediencia debida, a mí no me vengan con ese cuento de que el jefe me obligó a escribir algo que yo no quería; también se puede decir que no. Ahora, yo no cuestionaría a un compañero que sí lo hace porque le tiene que dar de comer a su familia, pero hay mucha gente que dice que no y otra que dice que sí con entusiasmo. Ésa es la diferencia.”.

Como integrante del consultorio ético de la Fundación Nuevo Periodismo (García Márquez), el periodista colombiano Javier Darío Restrepo se detiene en algunos vicios de la profesión, “hay una tendencia entre los periodistas a cambiar de status, a cambiar de carro, de zapatos y de vestido; se llenan de deudas y comienzan a trabajar en distintas partes”.

Siempre con referencia al periodismo latinoamericano Restrepo encuentra en las presiones económicas un problema común a todo el continente, “los medios adquieren compromisos de miedo con los bancos, después con los políticos y como resultado terminan imponiendo restricciones a los periodistas y recorte de salarios. Los exponen a tener que redondear sus sueldos con otros ingresos”.

Observa Restrepo que muchos periodistas “no son conscientes del poder que tiene el medio, de la responsabilidad en la información. Se trata de personas rutinizadas en el oficio con esas prisas absurdas, sin pensar en el manejo de las fuentes y documentos, lo único importante es ganarle a la competencia”14

Dentro del reciente informe de 500 páginas que presentó el Pew Center de los Estados Unidos junto con el Proyecto para la excelencia en el Periodismo aparecen conflictos y dudas similares en el espectro laboral norteamericano.   

En uno de sus capítulos se pone la lupa sobre la desconfianza que reina dentro de las redacciones15. Desconfianza tanto del redactor hacia su jefe como del jefe hacia los directivos y peor aún, desconfianza acerca del futuro del periodismo. Se percibe que el rumbo de los medios no es el correcto, la presión de los propietarios y los anunciantes está limando la calidad del producto periodístico.

La mentalidad cortoplacista de quienes conducen la industria noticiosa ya dio muestras en el pasado de cometer gruesos errores al recortar en forma indiscriminada los planteles periodísticos y, al parecer, van en la misma dirección. Todos los rubros de la industria noticiosa registran caídas en los niveles de empleo, incluso las redacciones digitales pese al empinado aumento de la audiencia en Internet.  

Pero el dato más desalentador del capítulo es el pesimismo de los periodistas con respecto a sus lectores u oyentes. El periodista ahora desconfía del público. Los últimos cinco años mostraron un esfuerzo de parte de los periodistas por ir al encuentro de la sociedad, por reflejar mejor sus intereses y, sin embargo, la respuesta no parece ser la más satisfactoria en términos de reconocimiento.

Quizás se trate de un período muy breve si pensamos en la influencia del llamado infoespectáculo –todavía en pleno furor- sobre estas audiencias que el periodismo más comprometido intenta recapturar.

La conclusión del informe es preocupante. Hay una clara tendencia a la fragmentación, al distanciamiento entre los principales protagonistas del juego mediático. El público, los periodistas y los ejecutivos de medios no tiran para el mismo lado, no coinciden en las soluciones y tampoco en identificar los problemas.

Parece que en Europa la colección completa de joyas periodísticas no se consigue. En principio cuentan con mejores sueldos, las jornadas laborales se adecuan a la naturaleza humana, las organizaciones sindicales y asociaciones de periodistas tienen mayor injerencia en las cuestiones profesionales, se respetan los códigos de ética, pero la incertidumbre también revolotea por tan civilizadas redacciones.

El caso español estaría a mitad de camino entre las américas y las europas. En 2003, el Partido Socialista organizó una serie de encuentros con los actores principales del periodismo español. Concurrieron autoridades de los diarios El País y El Mundo, de la cadena Ser, representantes gremiales y de asociaciones de prensa, entre otros.

Uno de los expositores, Manuel Núñez Encabo (uno de los redactores del Código Europeo de Deontología) pronosticó la futura desaparición del periodismo tal como lo conocemos porque los periodistas no pueden expresarse con libertad y por lo tanto el derecho a la información carece de garantías. Desde el gremialismo se asegura que el 50% de los periodistas españoles trabajan en condiciones de precariedad y se denunció la discriminación sexual que padece la actividad (paradojas del mejor y más libre oficio del mundo), con sueldos 30% inferior de las mujeres respecto de los varones. 

También se alertó sobre las relaciones peligrosas entre el poder político y los grandes grupos de comunicación. La mayoría de los periodistas se convirtieron en “esclavos mentales”, no se los forma ni se les enseña, sólo se los adoctrina en una única materia: “la sumisión”.

El cierre del acto estuvo a cargo de quien luego sería tiempo después el presidente del país, José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE), que prometió dar curso al Estatuto de la Profesión Periodística que reclaman los periodistas16.   

Clima tormentoso bajo los cielos del periodismo español. Acechan vendavales aquí y allá. Es tiempo de transición y de pronósticos. El periodismo cae en la indefinición, en los para qué y los por qué.

¿Periodismo vs. Libertad?

Entre apocalíptico y escéptico, Ignacio Ramonet también cree que los periodistas están en vías de extinción. Reducidos a obreros de una cadena de montaje, se hallan en medio de una regresión que los arrastra hacia el esquema taylorista de trabajo17.

Para el director de Le Monde Diplomàtique la información se convirtió en primer lugar en mercancía, por lo tanto se rige por las leyes del mercado, de oferta y demanda en vez de criterios cívicos o éticos que hasta hoy habían sentado las bases teóricas del periodismo. 

La relación entre información y verdad se descompensó; pueden decirse grandes mentiras que interesen a mucha gente y venderse a muy buen precio. Para colmo aumenta el caudal informativo pero lo hace cuantitativamente, lo que agrega confusión y se convierte, a fin de cuentas, en un elemento regresivo de la libertad. A medida que se agrega información se achica la cuota de libertad, un efecto censura –dice Ramonet- basado no ya en la supresión de otros tiempos sino en el incremento informativo.

Si tomáramos prestado de la ciencia económica la noción de rendimiento marginal decreciente y acompañando el pensamiento de Ramonet, podría decirse que cada unidad de información que se inyecta en el torrente comunicacional produce proporcionalmente menor grado de libertad.

La pregunta que surge de inmediato es: ¿el periodismo está trabajando en sentido contrario a la libertad de expresión? Siguiendo la ley de libertades marginales decrecientes la respuesta es sí. Por lo tanto, para seguir vivo el periodismo debe ofrecer calidad y la transparencia debe formar parte fundamental del componente de calidad.

En la oferta de calidad Ramonet encuentra una luz de esperanza para la profesión,  “información creíble y fiable, es decir, la que tiene un mínimo de garantías relacionadas con la ética, la honestidad, la deontología o la moral de la información”.

La cuestión ética pasó de ser una materia de estudio en el ámbito universitario, plena de curiosidades, héroes y villanos, ideales inalcanzables, para convertirse en el instrumento que asegure la continuidad y consolide la profesión. Parece mentira pero ahora el futuro es la ética; las utopías serán las futuras realidades.

Pero al retornar a la situación laboral presente Ramonet retorna al más agudo pesimismo y lamenta que en “nombre de la industrialización de la información, el ámbito de actividad se redujo considerablemente. El periodista enfrenta un sistema de jerarquía y propiedad que reclama una rentabilidad inmediata. De allí que el periodista se preocupe por lo que le van a pedir y más si lo que le piden entra en contradicción con su pensamiento. A pesar de la resistencia y la defensa de la ética muchos periodistas abandonan y se pasan al campo de las relaciones públicas, a la comunicación institucional, a ser simples canales de transmisión.”      

El periodismo está que arde. Ojalá no llegue a quemarse. La crisis se agudiza y llena de incertidumbre a los participantes; hasta resulta complicado definir al periodismo y a los periodistas. Se duda incluso de su eficacia como herramienta para el desarrollo de las democracias, tambalea el andamiaje ético y caen bajo la tiranía de las presiones económicas o políticas principios estructurantes de la actividad.

Es una transición muy dura. Algo es evidente: el periodismo está cambiando, falta que los periodistas tomen el control del cambio, que pasen a la ofensiva o se resignen a ser operarios pasivos de un neoperiodismo, servil y funcional, apéndice comercial –en el mejor de los casos- de grupos de poder o presión.

Habrá que animarse a dar la batalla o seguir perteneciendo al staff del cinismo o la corrupción. El punto medio, la reserva del espacio individual a la que apuntan muchos periodistas, es un esquema difícil de conservar. 

La comodidad o el miedo no son buenos consejeros, la marea sigue avanzando y tarde o temprano lo cubrirá todo. Es mejor ser precavido y empezar a construir la barca.

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Referencias bibliográficas:

(1) Ignacio Ramonet. “El quinto poder”, www. monde-diplomatique.es,  octubre 2003.
(2) Entrevista: García Canclini, Revista “Cinco W”, Instituto de Comunicación Social-UCA, Bs. As. 2003.
(3) (4) Ignacio Ramonet. “El quinto poder”, www. monde-diplomatique.es,  octubre 2003.
(5) Brian Houston, “Inequality of resources: The crisis of media conglomeration and the case of reform”, Universidad de Oklahoma, 2001
(6) Ben Bagdikian, “The media monopoly”, 2000, citado en (5)
(7) Ernesto Carmona, “El negocio mediático está en decadencia en Estados Unidos
”, www.argenpress.info, 2/02/2004 o ver “Proyecto para la excelencia del periodismo” en www.journalism.org
(8) Philip Meyer y Minjeong Kim, “How many news people does a newspaper need?, Universidad de Carolina del Norte, 2001.
(9) Mario Bunge/Martha Paz, “Concentración mediática, peligro para la democracia”, www.argenpress.info, 2003.
(10) Damián Loreti, El derecho a la información, Paidós, Bs.As. 1999.
(11) Observatorio de medios UTPBA, “Las alambradas mediáticas. Concentración económica y degradación del trabajo”, www.observatorio.org.ar
(12) Sergio Levinsky, El deporte de informar, capítulo 6, pág. 95-96, Paidós, Bs.As, 2002
(13) Víctor Hugo Morales y varios, Jugados. Crítica a la patria deportista. pág. 175-179, Eudeba, Bs.As. 1999.
(14) Gerardo Reyes, “Javier Restrepo. El compromiso con la verdad”, Perfiles y Entrevistas, www.fiu.edu. 1998
(15) Bill Kovach, Tom Rosenstiel y Amy Mitchell, “A crisis of confidence”, Pew Research Center for the People and the Press and the Project for Excellence in Journalism, www.people-press.org, 2004.
(16) Marisol Castro y Gaia Mega, “Zapatero se compromete a regular la actividad periodística”, Periódico electrónico Opinar, www.opinar.net, 2003
(17) Ignacio Ramonet. “El periodismo del nuevo siglo”, www.etcetera.com.mx, mayo 2004


* Daniel G. Gutman es profesor en el Instituto de Comunicación Social de la Universidad Católica Argentina y es editor responsable del sitio www.brutalargentina.com.ar.Esta es su primera colaboración para Sala de Prensa.

Colaboró: Latinoamericano


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